Fue contador municipal, secretario de Hacienda y concejal.
Fue ininterrumpidamente contador municipal entre 1973 y 1984, un caso único en la provincia de Buenos Aires.
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Si la historia política de la ciudad se escribiera como debe ser, sin mezquindades ni fanatismos, Alberto Félix Rivas, Beto para todos, no puede bajar del los primeros 25 lugares de la vuelta a la democracia a la fecha.
Se nos fue un pedazo grande de historia, un tipo único, un ferviente luchador por las cosas que creía que estaban bien, un hombre transversal a todos los partidos políticos y en tiempos en que los partidos estaban proscriptos, también. Beto brilló con luz propia en la política local, y es desde hoy un prócer que pide el nombre de una calle de los tantos barrios sin nombres de calles que tiene la ciudad.
Beto fue uno de los primeros contadores públicos que tuvo la ciudad, en tiempos en que abundaban los gestores pero con título universitario había muy pocos, escasos. Eso lo hizo ser convocado por las principales firmas de la ciudad que requerían de un profesional de las ciencias económicas y no le faltaba trabajo.
A principios de la década de 1970 sufrió la pérdida de su único hijo varón y eso lo sumió en una gran depresión, se alejó de la actividad, se recluyó en el campo y se alejó de la vida social que venía teniendo hasta ese momento. Fue quizás el golpe más duro que tuvo en su vida, según reconoció en varias notas que tuvimos la oportunidad de hacerle.
Y cuando tantas veces se habla mal de la política, fue la política la que lo salvó, al menos de aquella reclusión lejos de la civilización. En 1973 Francisco Ravassi, peronista de origen pero devenido en radical después, ganó las elecciones sobre Vicente Caligiuri (iba por el peronismo) y se sentó en el sillón principal de la Av. Belgrano.
Cuando Ravassi empezó a armar su equipo, necesitaba un contador que se hiciera cargo de las finanzas del municipio, no de la Secretaría de Gobierno y Hacienda, donde ya había designado a Francisco “Kiko” Alabart, pero sí para la contaduría. Preguntó por Beto, le dijeron que estaba recluido en el campo, lo cargó en el auto a Alabart y hasta allá fueron.
Beto los recibió, les contó por la situación que estaba atravesando, pidió un tiempo para pensarlo, hablarlo con la familia, y finalmente al cabo de unos días aceptó el cargo. Peronista de origen, Beto aceptó ser el contador de una gestión radical. Agradeció el gesto que tuvieron al convocarlo y con trabajo y dedicación trató de ocupar su mente de tareas que lo alejaran del sufrimiento por la pérdida de su hijo.
Así transcurrió Beto en la contaduría municipal entre 1973 y 1976, hasta que llegó el Golpe del 24 de marzo, Ravassi a su consultorio médico, Alabart a su oficina y Beto a su estudio. Pero el destino tiene algunas cosas que se meten ahí, que son difíciles de explicar; pero que hacen que lo que parece imposible sea realidad.
Tras varios días de debates y reuniones, los militares que habían venido desde Olavarría a hacerse cargo de la Municipalidad de Bolívar pusieron en funciones como comisionado de facto a Félix Agustín Bereciartúa. Félix estaba emparentado con la mujer de Beto Rivas, y no bien lo pusieron en funciones lo fue a buscar, familiar, con experiencia y de confianza, qué más se podía pedir.
Beto aceptó y fue el contador municipal entre 1976 y 1982 con Bereciartúa, y 1982 a 1983 con Roberto Eberhard. De vuelta la democracia, gana el radicalismo, Alfredo Carretero asume como intendente y Beto vuelve a su estudio. Pero Carretero había compartido Ejecutivo con Rivas entre 1973 y 1976 durante el gobierno de Ravassi, el ingeniero en Obras Públicas y el contador en Contaduría, así que le pidió que se quedara un tiempo para que le ayudara a ordenar las cosas hasta que pudieran acomodarse.
Así las cosas, Beto Rivas fue ininterrumpidamente el contador del municipio desde 1973 hasta 1984, habiendo atravesado un gobierno democrático, uno de facto y otro democrático, quien tenga un caso igual para mostrar en la provincia de Buenos Aires, que lo ponga sobre la mesa, pero es difícil de encontrar algo así. Y se lo ganó por capacidad, por lealtad a cada una de las gestiones y por saber manejarse en el mundo de la política, al menos de la política de aquel entonces, que tenía menos mañas que las de más acá.
Luego de que Carretero se acomodó, dejó su lugar en la Municipalidad y regresó a su estudio, al que nunca abandonó, y donde nunca le faltó trabajo. Así pasaron los 8 años de radicalismo en la Municipalidad (1983-1991) con Beto dedicado a su profesión, atendiendo más de cerca las cuestiones que cuando estaba en el municipio no podía.
Pero llegó 1991, la herencia de Carretero-Julio Ruiz no tenía una sucesión clara, todos querían ser y finalmente no fue ninguno. Le dejaron la elección servida a Juan Carlos Reina, el peronismo volvió al gobierno municipal después de 36 años (Manolo Chatruc fue el último en 1955 cuando lo derrocó la Revolución Libertadora). Y con Reina, Beto Rivas fue el primer Secretario de Hacienda de la historia del municipio, ya que se creó durante la gestión del Gato.
Fueron cuatro años con Reina en el municipio. Las cosas no terminaron bien, en lo económico tampoco y a Beto se los responsabilizó por ello y se lo castigó bastante en el Concejo Deliberante en tiempos de Juan Carlos Simón intendente.
Pero pasaron los primeros cuatro años de Simón en el gobierno y Beto volvió al ruedo, ahora acompañando en 1999 a Alicia March como candidata a intendente. Fue derrota del peronismo, pero Rivas se aseguró una banca en el Concejo Deliberante y empezó a dar cátedra desde otro lugar, desde otro de los poderes del Estado.
En esos primeros años en el recinto tuvo fuertes cruces con Adalberto Sardiña, quien se encargaba de recordarle en los debates los problemas que heredó Simón de la gestión Reina, y lo responsabilizaba. Beto contestaba, siempre con altura, sin levantar la voz, con una sabiduría propia de quien sabe lo que dice porque está seguro de lo que está hablando.
Tras muy buenos 4 años en el Concejo Deliberante, llamativamente el justicialismo no lo convocó para la lista de 2003. Cuando en 2004 se rompió el PJ tradicional con la irrupción del Frente para la Victoria liderado por los Kirchner, Beto quedó del lado de la vieja guardia de Sarmiento y Arenales, con Isidoro Laso, Juan Carlos Reina, Alicia March, Zulma Albanese y tantos otros.
En 2005 lo volvieron a convocar en aquella elección en la que el peronismo fue partido en tres listas. Beto regresó al Concejo Deliberante por otros cuatro años; pero a poco andar, tras ver los travestismos políticos de varios que entraban y salían del kircherismo, armó su propio bloque: Identidad Peronista.
Y esa fue su última incursión en una función política en lo local. En 2009 se retiró como concejal, justo cuando al Concejo ingresaba un joven rubio de ojos claros que luego sería intendente por el peronismo: Eduardo Luján “Bali” Bucca. Lamentablemente algunas diferencias históricas que Beto tenía con José, el padre de Bali, no les permitieron acercarse o trabajar juntos como muchos imaginaban, porque a pesar de que Beto ya estaba en una edad para retirarse, tenía muchísimo de sabiduría y experiencia para aportar.
Tuvo un mal trago en una lista que le prometió armar Ricardo Lissalde, hoy legislador provincial de Unión por la Patria por la Séptima Sección Electoral, cuando Beto se había recostado sobre la figura de Francisco De Narváez. Esa decepción (armó una lista, la envió y nunca se la presentaron), lo terminó de alejar del mundillo político.
No podemos pasar por alto su vicepresidencia en el Partido Justicialista, en tándem con Zulma Albanese, y tampoco las múltiples charlas que dio por la Provincia hablando del RAFAM. Fue su amigo Isidoro Laso quien lo llevó a que tuviera esa chance de lucirse en territorio bonaerense desparramando su sabiduría.
Sabíamos que no estaba atravesando un buen momento de salud, intentamos contactarlo sin suerte por algunas cuestiones de archivo y hoy nos llegó la peor noticia. Falleció Beto Rivas, físicamente sí; pero Beto es inmortal, cualquiera que lo conoció, lo trató, sabe que esto es así, que los tipos como Beto no mueren, pasan de plano, por eso, para ayudar a mantener viva su memoria es que pedimos que el Concejo Deliberante ya se ponga a trabajar en una calle que debe llevar su nombre, sin dudas.
Hicimos varias notas, nos contó muchas veces su historia, fue de esos tipos que valía la pena escuchar, que las charlas con él eran largas, pero el tiempo pasaba volando, era muy entretenido hablar con Beto, y uno siempre salía sabiendo algo nuevo.
Se fue Beto Rivas, con la r acentuada, como solía nombrarlo su también amiga Gladys Martín de Gentile, con quien se juntará para armar un bloque celestial, siempre del lado del PJ. Queda su esposa, quedan sus hijas, quedan sus nietas, quienes lo disfrutaron mucho y lo llorarán y extrañarán mucho también a partir de ahora. Se fue un buen tipo, por sobre todas las cosas. QEPD.